Para mí la profesión del musicoterapeuta es la mejor del mundo, de hecho, siempre digo que si vuelvo a nacer, vuelvo a ser musicoterapeuta.
Me encanta y cada día me gusta más… he logrado vivir exclusivamente de ella, aportar valor y ganarme la vida dignamente realizando sesiones con mis pacientes, acompañando a colegas profesionales, investigando e impartiendo clases y conferencias.
El sueño de todo musicoterapeuta es dedicarse a lo que le apasiona, que le proporcione la libertad financiera que desea y a su vez, que pueda tener tiempo libre para disfrutar de la vida.
Sé que no soy la única que vive de la musicoterapia y eso me hace inmensamente feliz.
Porque si otros musicoterapeutas y yo pudimos hacerlo, no me cabe la menor duda de que tú también lo harás. Yo sé que si te lo propones, lo logras (aunque opines lo contrario).
Pero también soy sincera y me gustaría decirte que si quieres comenzar este recorrido con la tranquilidad de saber que lo estás haciendo bien, es importante tener en cuenta una serie de cuestiones que pueden entorpecer el camino al éxito.
Los autosaboteos, las creencias limitantes, la falta de motivación porque no cobramos lo que realmente queremos, la lucha constante porque parece que esta de moda hacer musicoterapia sin ser musicoterapeuta, el sentirse solo/a… Existen un montón de cosas que aparecen y son como piedras que nos dificultan avanzar. Esto es real.
Sé de lo que estoy hablando porque lo experimenté en vivo y en directo.
Todo lo que te cuento en este espacio está basado en experiencia, no en teorías.
Todavía recuerdo la primera entrevista de trabajo donde no sabía ni siquiera explicar con claridad qué era lo que hacía… estaba nerviosa y daba la impresión (porque así lo era) de que no estaba segura de mí misma.