Se me ocurrió consultar a un antiguo y excelente profesor de la carrera a quien estoy profundamente agradecida. En él, encontré un guía que me facilitó mi proceso inicial para arrancar como musicoterapeuta. Esa reunión, me dio la claridad que estaba buscando, la seguridad y las ideas para la presentación.
Soy sincera contigo, hubiera pagado en esos momentos por tener el acompañamiento de un mentor musicoterapeuta todo el tiempo que lo hubiera necesitado en el arranque y los primeros pasos.
Me hubiera ahorrado mucho tiempo, dinero y esfuerzo. En fin…
La entrevista en la escuela tuvo lugar el día citado y aunque estaba nerviosa pude presentar mi proyecto de musicoterapia mejor de lo que había imaginado. No sólo trabajé 3 años en la escuela con niños y niñas con problemas visuales, sino que también presenté programas de musicoterapia y trabajé como musicoterapeuta en otras asociaciones de mi ciudad.
¡Agenda llena!
No fue fácil, seguí estudiando, pidiendo ayuda a otros profesionales para supervisar casos, de ahí que lo considero parte fundamental de la formación del musicoterapeuta.
Continué actualizando mis conocimientos con cursos para robustecer mis habilidades terapéuticas. Me esforcé por ofrecer sesiones de calidad y sobre todo trabajé terapéuticamente a nivel personal acompañada por fantásticos profesionales.
Poco a poco dejé mis clases de música y me dediqué exclusivamente a la musicoterapia.